Sobre mi

Foto: Miguel Taboada

Marilar Aleixandre

(María Pilar Jiménez Aleixandre, Madrid 1947)

Añoro todas las ciudades y pueblos en los que he vivido: Ceuta (el limonero de luna que teníamos en el patio); Doña Mencía (ir a comer higos al alba con mi padre); Madrid (el Cine Club de Areneros, donde vi por primera vez «Freaks»); Vigo (las mimosas en flor en diciembre); Santiago de Compostela si algún día dejo de vivir en ella, y hasta otras ciudades en las que nunca, o sólo brevemente, he vivido: Donosti, Perugia, Boston. Debido a Ramón Facal tengo una relación especial con Toba, Cée y con la Costa da Morte donde están situados algunos de mis libros como «Lobos en las islas», y pertenecí al Batallón Literario da Costa da Morte y al consejo editorial de Letras de Cal. Ahora pertenezco al de la revista Grial.

Tuve la suerte de recibir una esmerada educación rockera asistiendo a «Caravana» de Ángel Álvarez a finales de los 60; entre semana estudiaba Biología y llegué a tener una relación bastante intensa con los escarabajos. En los 70 empecé a enseñar Ciencias, y pude comprarme una moto roja; después llegué a Vigo y me hice gallega. He enseñado biología en el Instituto Castelao de Vigo, y Didáctica de las Ciencias en la Universidad de Santiago de Compostela. En 2017 he ingresado en la Real Academia Gallega, con un discurso sobre Voces termando da paisaxe galega (Voces sosteniendo el paisaje gallego).

Hay quien piensa que las escritoras llevamos una vida aventurera, pero yo no he viajado en trineo por el Ártico, aunque confío en hacerlo algún día. Mientras tanto escribo poemas, cuentos y novelas.

Aprendí a escribir – además de leyendo– redactando panfletos y artículos para revistas de partidos clandestinos (todos lo eran cuando yo estudiaba). El primer relato que escribí, un cuento sobre vampiros, fue el germen de “Esperando a los murciélagos” pero tardé bastante en publicar A formiga coxa. Después vinieron, La expedición del Pacífico (Premio de la Crítica de Galicia 1995) alternando con narrativa para adultos, como Lobos en las islas (Lumen 2001) o O Coitelo en Novembro (Xerais, 2010). La Banda sin futuro recibió el premio Lazarillo de novela juvenil en 1999 y el premio Lecturas, votado por jóvenes de las bibliotecas gallegas, en mayo de 2001, y La Cabeza de Medusa (Anaya, 2008) el premio Fundación Caixa Galicia. Empecé a escribir poesía más tarde, desde Catálogo de velenos (Premio Esquío, 1998), a Desescribindo (Apiario, 2016).

Soy una viajera impenitente, y conviene recordar el proverbio árabe, no hay que confiar en los viajeros pues cuentan muchas mentiras.